sábado, 26 de julio de 2014

3 jaicus

                     

                      tu voz, una hoja
                      cae 
                      en el verano




                     



















                      bajo este sauce
                      acaricio
                      la última tarde





                    

                     sobre el mar, esos son
                     volcanes moviéndose o
                     nubes de tormenta?   

                                              
                                              

viernes, 18 de julio de 2014

Consejos de Andrés

 (Recopilados por Ileana Diéguez, durante el taller en Cuba, en DIÉGUEZ, Ileana (2002), “Viaje a la máscara: notas de un taller”, Revista Apuntes)

 El teatro es mágico, es sagrado. No admite una actitud banal. No importa el
sistema teatral que se trabaje, lo importante es la filosofía que lo sustenta y
que lo hace trascendente.
 El teatro es aparición, encarnación... El teatro es peligroso, como decía
Artaud, es como la peste, contagia. Es una magia.
 El teatro es una profesión y un modo de vida. Es una carrera de toda la vida,
no de un tiempo.
 El terreno del teatro es sagrado. Uno lo pisa y debe estar en la emoción.
 Todo es un viaje. Las mejores obras de teatro tratan de un viaje.
 El teatro es un espacio de reflexión, de investigación, de búsqueda del ser
humano. Y hay que aprovechar cada instante del acto teatral para investigar,
para autoconocerse y conocer a fondo el personaje.
 La cultura hindú es la civilización más antigua que nos queda como
humanidad.
 Todo el origen del teatro tiene que ver con alejar demonios.
 El teatro debe siempre ser un diálogo, una emanación de energías, un dar y
recibir.
 El teatro se vive, no se explica.
 Este trabajo es la búsqueda de la verdad y del ser humano, del alma del ser
humano
 Es un sistema frágil, no se basa en la fijación, en lo histriónico, sino en la
vivencia interior diaria, única desde la emoción, irrepetible
 Este es un trabajo hacia el otro. Transformarse uno para tratar de entender
al otro. Es allí donde el teatro cumple su función social, revelándonos al otro,
no ser reflejo de sí mismo, sino encontrar en el otro la similitud de
costumbres.
 El actor es un visionario, un guía. Él va mostrando al espectador cómo es
cada cosa que nombra
 El actor es un médium. Cuando comienza a hablar, ya no es él, sino el
personaje. Es una encarnación, y la voz y el gesto salen, por sí solos.
 Para levantar las almas de los que escuchan, hay que levantar el alma del
actor
 El actor siempre está trabajando, improvisando, indagando qué sucede en
nuestro espíritu
 En el teatro, todo está permitido. Un viejecito puede saltar, pues es el
corazón del personaje-actor que salta
 Todos esperan que el actor proponga. Son los actores quienes proponen y
crean todo. En el teatro, él es el rey. Él decide el “tempo”
 El actor debe dominar muy bien lo que hace para despertar la atención.
Debe hacer bien lo que quiera hacer. Pero aquello que no sabe, no debe
hacerlo
 El teatro hace metáforas de la vida. Ante el público, el actor es una
radiografía de emociones
 Hablar desde el corazón del actor al corazón del espectador
 El trabajo de un actor es encontrarle la emoción a la escritura textual
dramática
 No interpretes el texto, no lo sojuzgues. Descúbrele a la emoción
 El problema no es sólo sentirlo, sino mostrar que lo estás sintiendo. Hacerlo
evidente
 La evidencia manda
 Trabajar el cuerpo de un actor significa que cada parte de él esté en función
de una emoción y la exprese
 Puede existir una emoción verdadera con un camino equivocado
 Visiona, ve... no busques la significación desde lo exterior. Busca dentro de
ti, mira desde adentro, desde la emoción. No grafiques
 La búsqueda de la emoción del personaje es un trabajo individual de cada
actor, y él debe saber qué hacer para encontrarla
 Cada actor debe tener un rito que le permita prepararse. Mientras se
maquillan, deben iniciar el viaje
 La imagen no es actuación. La actuación no tiene que ver únicamente con la
creación de imágenes, sino sobre todo con la emoción. Hay un teatro de
imágenes y hay un teatro de emociones, de personajes.
 El diablo es concreto. Es una emoción maligna. Toda emoción es concreta.
 Hay que hacer a través del ser. El ser viene del sentimiento, de la emoción.
 Debes saber siempre desde qué estado del alma cuentas una historia. Y
debes mostrarlo inmediatamente que apareces sobre la escena. Contarlo con
los ojos, con la mirada, con las manos, con los pies.
 Debes buscar otra escala en las emociones, más allá del realismo.
 Hay que dar toda la emoción, pero no derramarla, que no se desorbite, que
no se salga del espacio del actor. Que tenga un receptor.
 Buscar la metáfora en el personaje, una metáfora del mundo, de cierta
forma de pensar.
 No hay extras ni figurantes, todos somos protagonistas de la historia.
 Al personaje no se le puede forzar, es un parto natural, no violento pero sí
difícil. Y hay que saber cuándo ocurren esos momentos.
 Hay que recordar, no el resultado del proceso de construcción del personaje,
sino cual fue el camino recorrido, las imágenes y técnicas usadas. Interesa el
cómo, el medio, no el fin.
 Debes cuidar tu propio reino. Sentirte un rey en tu personaje. Uno ayuda al
otro en la medida en que tienes más mundo. Es una ayuda desde sí mismo.
 Deja que el personaje te elija para que tú lo representes.
 El personaje tiene que estar siempre en su presente. El teatro es presente,
es urgencia.
 Hay que trabajar el misterio, la dimensión mítica de cada personaje.
 Rechacen lo banal, lo cotidiano, lo realista. Deben buscar su personaje en la
categoría de lo legendario.
 Cada actor debe saber qué hacer para afinar su cuerpo, su mente… Su
entrenamiento depende mucho del tipo de obra en que se encuentre
trabajando. Así sabrá si necesita realizar ejercicios de estiramiento, de
resistencia física o deberá practicar la meditación.
 La imaginación es un músculo y este músculo hay que tensarlo, trabajarlo.
Hay que crear condiciones para desarrollar la imaginación.
 El teatro es mágico, pero esa magia no se encuentra fácilmente. Si amamos
el teatro debemos prepararnos rigurosamente, debemos consagrarnos a él.
 Debemos luchar contra la lentitud. Ella es uno de los demonios del teatro. La
rapidez ayuda en la improvisación, calienta el alma y la imaginación.
 Es preferible trabajar a partir de la sinceridad en el error.
 Buscar lo pequeño para lograr lo grande.
 Adonde van los ojos va el cuerpo, adonde va el cuerpo van los ojos, adonde
van los ojos va el alma.
 No hay que saberse el texto, conocerlo sí, soñarlo.
 No hay que poner, hay que descubrir.
 Que no haya agitación, sino precisión, precisión en los gestos.
 No fijen. Encuentre. Hay que seguir buscando, siempre hay una puerta que
se abre. El oficio del actor es el de abrir puertas al personaje, no
manipularlo.
 Cuídense de los artificios.
 No hay finales, la historia continúa siempre. Los personajes salen y nos
dejan con una historia viva que continuaremos en nuestra imaginación.
 Hay que crear hasta contagiar.
 Ocurren movimientos en el espacio porque son movimientos del alma, pero
no hay desplazamientos.
 Existe peligro en la simbología, en la excesiva codificación. Hay que buscar la
justeza del símbolo.
 El problema es cómo traducir la verdad por caminos no realistas.
 Hay que saber ser cóncavo y convexo a la vez. Saber dar y recibir.
 Mirar enseña mucho.
 Háblale directamente a alguien, al corazón de la gente.
 No hay bufones en general, los hay en particular.
 No hay masas sino individuos que la integran.
 Siempre hay que dejarse sorprender.
 Para el aprendizaje de la verdad, hay que saber mirar.
 Se mira con el corazón.
 No hacer, sino ser el amor.
 Debes contar que es a ella a quien amas, contar con los ojos, con los labios,
con las cejas.
 Vean cómo se puede armar esta historia, cómo organizarla de modo que
unos nazcan y otros se vayan a dormir a sus legendarias tumbas. Están
contando desde su emoción, alegres. Tenemos que saber por qué y a dónde
se va este pueblo. Nada termina. Entonces, cómo deben salir de escena
estos personajes.
 Duerme tu desolación. Háblanos de tu soledad por la forma en que duermes
y colocas tus manos.
 Bebe con los ojos. Mira con la boca.
 Piensa bailando, baila pensando.
 Debes saber escuchar con el cuerpo.
 Háblanos como si danzaras.
 Baila con los dedos, con los codos, con todo tu cuerpo.
 Haz que tus manos tiemblen de alegría.



Andrés Lorenzo Pérez Araya (Chile: Punta Arenas, 1951- Santiago, 2002), actor y director de teatro, artista y bailarín callejero. En 1983 participó en Francia en el Théatre du Soleil. En 1988 regresa a Chile, funda la compañía "El Gran Circo Teatro" y adapta y dirige La Negra Ester (obra homónima de las décimas autobiográficas del poeta y cantautor Roberto Parra, quien, por lo demás, es invitado a co-participar de la adaptación de su obra para la puesta escénica, junto a la musicalización de Álvaro Henriquez, músico y vocalista de la banda chilena Los Tres). La negra Ester se convirtió en un hito teatral y popular en la historia artística y social de Chile.